6 de agosto de 2011

Dulce día de verano.


Coloqué mis manos sobre las suyas, de piel nívea, que reposaban férreamente sobre mi estómago,
 y las retiré suavemente, como si de un frágil tesoro se tratasen. Me di la vuelta, encarando su rostro, 
lloroso, mirando con ternura el suave y casi imperceptible sonrojo de sus mejillas. Y coloqué mis manos en su cara,
 sujetándola para que mirara fijamente la mía, secando lágrimas con el pulgar de mi mano derecha.
 Permanecimos así un buen rato. Yo , disfrutando del océano de su mirada , y él recibiendo con gusto las leves y
 esperanzadoras caricias, con sus finos labios entreabiertos.
Y en ese momento estuve completamente segura de lo que tenía que pasar. 
Elevé delicadamente su rostro, acortando la distancia que le separaba del mío, y... nuestros labios se juntaron, 
en un inocente roce, tan ansiado que alguna que otra lágrima se deslizó por mis coloradas mejillas. Lo besé. 
Me aparté despacio, observando sus ojos aun sellados, que no tardaron en abrirse y clavarse en los míos.
 Todo rastro de dolor o sufrimiento, de pena o de amargura, desapareció en aquel preciso momento
soltándose al fin el yugo que lo atormentaba desde tantas noches... Y ahora el brillo de su mirada reflejaba paz, 
la que solo el sonido de las olas de su turbia mirada podía transmitir.



PD: Te quiero.

xoxo.

4 comentarios:

  1. que texto más bonito! Por cierto, tienes unos ojos impresionantes :)
    Un beso

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  2. Es como uno de esos fantasticos besos que leo en todas esas historias romanticas...como me recuerda a los besos de Crepusculo...
    Que bien escribes, por dios!

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  3. Hola!! que lindo blog tienes!! llegué aquí por otro blog... y que bueno porque me gustó el tuyo y ya te sigo ;)
    ... te invito a que te pases a mi blog a conocerme tambien, espero que te guste! :)
    Mil besitos!
    http://modacapitalblog.com

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